miércoles, 23 de octubre de 2013

Ars vitraria

México, Parentalia, 2013.

de Roberto Rico




 





EL CANDELABRADOR

Con ímpetu fabril mantiene el pulso de la vigilia ambivalente.
Punto común donde intersectan sombras, la matriz epifánica derivará en esclareciente pieza de utilidad decorativa, sólo si nervios y tendones emulen a osatura patrilineada en involuble fénix.
Su inclinación a los arbustos que dan trazos de crónico balance a sus paseos erráticos reaparece forjada en artilugios de sobresalto y sumisión ferrosos.
Resiste frente a persuasión geométrica de reencontrar en la perdida cera sublimados armonios áureos venidos a guardar las proporciones.
A veces le derrota el aire parafinado en su confín sucinto. Pero si al extramuro  la plata sale airosa de sus manos, en ella estima prudente recobrar el desapego que a las velas encendidas en círculo es tan propio.
Un nuevo encargo desafía la fibrosa pertinacia del oribe. Replicar inequívocas figuras candelarias; verter a vidrio antes empleados yunques, y en acuciosa talla esgrimir con lánguido y devoto lujo el molde, tendría que intimidar su vigor no susceptible a materiales frágiles.
Bisel en ascuas, rígida postura; aquí el herrero extrema su cuidado. La mirada  vidriada será refundición inquebrantable para imprimir ese traspaso de la luz hacia cóncavo retiro.                                                                          


 FAKIRDERMO

Espera la luz roja del semáforo para acostarse en vidrios.
Los rostros que parecen inculparlo con sobreactuada indignación, transeúntes a pie y motorizados, desaprueban del todo el espectáculo; pero no evitan contemplar las mortificaciones que el sujeto revitaliza sobre multifiloso prado vítreo.
Al término del acto, vuelve a meter en un costal de yute la utilería fragmentaria.
De modo intempestivo, la lluvia granizada percute sobre la envoltura del camastro portátil. Antes de abandonar el escenario, observa los fanales que en relevo intermitente redondean las luces persuasivas del poste y su categórica tozudez semaforística.
No es mala idea restañar con ese tricolor aplomo la grisura del asfalto; quebrar, moler a condición soluble el orden sucesivo del trasiego cotidiano.

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Parentalia ediciones: 
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