miércoles, 21 de agosto de 2013

Dos poemas en forma de pájaro

El original, el bueno, es de Jorge Eduardo Eielson:





La imitación es de un servidor: 




La temible crítica de poesía visual que tengo en casa opina con toda la autoridad de sus siete años que el mío parece un pato hecho de piezas de Lego. Le hice un resumen de The Anxiety of Influence, pero no funcionó: sigue pensando lo mismo. A mi me gustan los Legos y las poéticas hechas con piezas de plástico.

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* El pato se publicó originalmente en un pliego que se usaba en las lecturas poéticas de la Universidad de Salamanca (se puede ver  aquí) y que echamos mucho de menos.









domingo, 18 de agosto de 2013

Erguido a penas

de Joaquín Vásquez Aguilar


 

I

Buscándote
rastreándote
arrastrándose
aquí
rupestre
aquí
primitivísimo
hacha y más hacha
amontonando fuego en sus bodegas
tabla tras tabla
rollo tras rollo
el buzo ruge, de brazadas salvajes
de hachazos
hacha y más hacha
amontonando el fuego como loco
el buzo
el pez terrestre
el que aún no tiene alas
el pájaro de pronto con dos manos
el animal de piedra
buscándote
rastreándote con todo lo que puede
tosco
arduamente
dando hachazos porque es el tiempo del hachazo



II

Erguido apenas
como pesándole enorme la tortuga donde mora
husmeando con sus anchas narices
peludo
bruto
bajo el saurio terrible de la lluvia
el tierno adán te busca con su corazonsote y sus patotas
dando hachazos porque es el tiempo del hachazo
escribiendo en la piedra ávidamente
piedra y más piedra
bajo la espesa gris ventruda lluvia
acumulando el fuego sobre el fuego
llenando sus bodegas
leño tras leño el fuego
golpe tras golpe el hacha
entre montañas con lumbre que deslumbra
el tierno adán te busca
peludo
bruto
erguido apenas


III

La pregunta de pie
de pie brutal la sombra
de pie a pesar del leño la gran sombra
a la piedra al golpe y al hachazo
de pie pese a su brazo en movimiento
golpe tras golpe
el sudor incansable golpe y golpe
la cabeza golpeando golpe y golpe
el cuerpo diariamente golpe y golpe
el brazo desde arriba golpe y golpe


IV

Erguido
inagotable
sudor y más sudor
llanto y más llanto
el hachazo en la piedra
sigue el hombre golpeando y más golpeando
bajo la grave lluvia
el hachazo en la piedra
golpeando y más golpeando
erguido
inagotable


V

La pesada lengua de la lluvia
La bocaza densa de la lluvia
ondulaba como sierpe ovando
sobre el lomo inmutable del erguido
planetaria
implacable
sobre el lomo inmutable del erguido que golpea y golpea
la lluvia
la feroz lluvia
sobre el lomo inmutable que persiste


VI

Desde que te has perdido
indispensable víscera
qué mutación
qué ajenidad te puebla
si madera
si tabla
piedra
lluvia
agua cascada viento y hojarasca
que ajenidad te puebla
si los días y los días
noche tras noche
si la misma batalla por ti
si las mismas gotas por ti
ríos y árboles
hombres y más hombres
pies
manos
erguidamente
arduamente
hacha y más hacha
lágrima tras lágrima



VII

Acumulando el fuego en sus bodegas
leño tras leño
amontonando el fuego como loco
sangre por la madera
lengua por el hacha
corazón por la piedra
desnudo para recuperarte
desnudo porque la lluvia el agua la cascada
terrestre
aquí
sol
aquí
primitivísimo
aquí
hasta encontrarse
hasta encontrarte
aunque a diario te pierdas
aunque a diario te pierdas

* De   Joaquín Vásquez Aguilar, Poesía reunida. Edición crítica de Luis Arturo Guichard, México, Unicach-Juan Pablos, 2010.

miércoles, 14 de agosto de 2013

Un poema de Josu Landa (acompañado de un gran libro)



 La mesa servida


Que quede claro el olor de las espigas en la santa inmensidad del mantel,
apenas pronunciada por el suave jacinto virgiliano en el medio,
la pausa de lo que ha de venir o bálsamo para el amasijo de soledades,
con las cabezas ahora desnudas,
guardado ya el idioma de lobos y la marca de las estaciones violentas.

Véase la tabla en su faz de arca, barca o inocente ara,
pero más aún el remanso como red de las miradas (patrias hasta ahora de las lejanías),
las filtraciones de un fuego mutuo,
el ir y venir de los flujos invisibles en los vasos entre borde y borde implícitos,
sin menoscabo de las puertas fidedignas a la brisa,
al temblor de la vegetación atenta
a la llegada de Venus.
Heidegger esperando su comida

(De sol ha de ser la piedra
de ese cimiento intangible y nudo.

De sol, la cabecera o ducto
hacia el campo y lo insondable)

Todo lo alto
(lo sumo)
está aquí:
en la dignidad de las manos limpias,
en el pan pobre pero verdadero,
en el leve tesoro del grano abierto,
en la leche sin mutilaciones,
en el néctar sincero de las flores y frutos familiares,
en el barro de los platos hermanado al humus de los cuerpos.

(Maldito, el que nos prive de esta hostia mínima)

Nada de carnadas a precio de moro.
Menos aún la velocidad, los diezmos venenosos del tiempo.
Aparte el cáliz del fasto y el neón.
Aparte incluso el vocabulario de las lejanas comuniones:
no lo de tomad y comed,
no lo de tomad y bebed.
No más ansias de multiplicaciones
(en verdad, en verdad os digo).

En todo caso: alto total del día
en la conjunción del humo y el aliento,
   del cielo y los aromas.
Alto al principio de dolor.
(Desgraciado, el que nos niegue este paréntesis)

En todo paso: alto a los despreciadores y depredadores:
bendición plena a la ceremonia de las bocas:
viáticos a la caravana de la tierra hacia la tierra.

Que se respire este placer.
Que se sienta honda la liga de lo dulce y lo salobre.
Cómo se atemperan los corazones en el caldo hospitalario.
Cómo asciende desde la sangre presente una música llana y pura.
Los hijos imbuidos en el humilde sacerdocio de los antepasados.
El torvo acto de las lenguas amasando sabores y palabras.
La voz de los ausentes emergiendo con el halo de las especias.
El despuntar de un centro más del mundo
en la breve intemperie de altar
      balsa
      isla afortunada.

Que se sepa:
nada hace tanto contra tanta daga
                       contra tanto dogo.

Que se palpe la luz total en las ondas de este instante.

¿Quién recuerda aquí a la muerte?


* De  Estros (Antología poética), Caracas, Monte Ávila, 2006, disponible aquí por cortesía del autor y de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. No se pierdan todo lo demás que hay en esa página.

domingo, 11 de agosto de 2013

Tazas y ventanas



STRINGS OF BEGINNINGS

Beginnings de Lisa Miyako
Así se titulan las memorias de Michael Hamburger
que leí sin ningún interés hace años.
Estaba en Londres, había muchas cosas que ver
en la ciudad con los ojos más abiertos de entonces.
La vida de otro poeta no le interesa al poeta
que tiene vida. Pero ahora la frase me da vueltas,
Strings of Beginnings. Pienso en un estudio blanco
con una mesa blanca y una ventana grande,
una taza también blanca y una palabra: "begin".
Tal vez eso signifique Strings of Beginnings,
qué cosas, tal vez así se pueda llamar la vida.
La de los poetas que la tienen
y la de los poetas que la cuentan.




MATUTINO

                                     Num dia excessivamente nítido…
                                – Alberto Caeiro, O Guardador de Rebanhos, XLVII



Aunque ya se sabe que nunca se vuelve
qué placer los dedos sobre la misma taza,
el libro que la memoria ya no necesita, abierto
hacia la misma plaza de todas las mañanas
y que todo lo nuevo pase de largo.
Resistirse otra vez al impulso
y ver alejarse entre la luz de un día
excesivamente claro
la línea que de una vez, ahora sí,
contenía en once sílabas el enigma
completamente descifrado.


Margen de espejo, IX

En la casa se toma un café claro,
tímido, que apenas aparta el sueño.
Se toma a toda hora, como empezando
de nuevo la mañana. En la casa
no se cuentan los días, no se miran,
eso es algo que aprendemos al irnos.
Para levantar una casa
lo primero que hacen los padres
es echar el reloj por la ventana,
preparar una taza de café
y esperar que pasen los días.
Las casas de los padres no se mueven,
se quedan bien sujetas con las uñas
a este presente en que empezaron.
Las casas de los padres están hechas
de una materia transparente
tan parecida a ese futuro que descubrimos
cuando ya se nos ha pasado el tiempo
de volver y la taza de café
se ha quedado vacía en nuestras manos.



* De Una fe provisional. Poesía 1992-2012, Cáceres, Ediciones liliputienses, 2013.

miércoles, 7 de agosto de 2013

Cinco poemas, cinco formas

de Eduardo Llanos Melussa



heme
pues aquí
soy el frondoso
árbol genealógico
de toda poesía vieja o nueva
sea adánica edénica o satánica
algunas de mis hojas caen es cierto
pero esponjan la tierra se hacen abono
mis mejores frutos estallan sobre las cabezas
de quienes se van por las ramas ramoneando
o de quienes dormitan y roncan bajo mi sombra
la verde verdad de mi follaje busca más y más cielo
por eso mis raíces se hunden en el subsuelo
acepto riegos y podas mis pájaros cantan
me olvido de esos que acuchillan mi corteza
borro sus nombres mientras voy creciendo
me asustan los hacheros que cumplen
órdenes municipales o ministeriales
¿qué daño hago yo a nadie?
A TI QUE MIRAS
TE RUEGO
RESPETAR
Y AMAR
CADA
RAMA
TODA
HOJA
CADA
HIJA
TODO
NUDO
DE MI
TRONCO
Y POR FAVOR
NUNCA ORINES
AQUÍ EN MIS RAÍCES



Curvilínea, escultura pulsátil, pulida
a lengüetazos por el viento del mar,
joya de piel dorada, exhibida en
la diáfana vitrina del verano,
esta playa donde siempre es
mediodía cada vez que tú
apareces como un sol
en bikini naranja
ondulando la
cintura,
reloj
de
arena
ardiente
y fugacísima,
gránulos de tiempo
azotando mis párpados
con aquella luz tan cruda
tan encandilantemente cruel
que a tu paso voy envejeciendo.
Diana cazadora y casadera, tensas
ese arco de tersas caderas y das en el
blanco de esta hoja: mi lápida, tu gruta.





Qué es la poesía

Más aquí

Y sobre todo aquí: Eduardo Llanos Melussa, Antología presunta, 1976-2002, prólogo de Niall Binns, México, FCE, 2003.

sábado, 3 de agosto de 2013

Mixcoac está en otra parte

El locus classicus es - cómo no- de Octavio Paz:

Mixcoac fue mi pueblo: tres sílabas nocturnas, 
un antifaz de sombra sobre un rostro solar. 
Vino Nuestra Señora, la Tolvanera madre. 
Vino y se lo comió. Yo andaba por el mundo. 
Mi casa fueron mis palabras, mi tumba el aire.


En esa época Mixcoac era realmente un pueblo, conectado por tranvía con la Ciudad de México. Quien se lleve bajo el brazo la bella biografía de los años tempranos escrita por Guillermo Sheridan (Poeta con paisaje, México, ERA, 2004) puede hacer fácilmente un recorrido paciano por la entonces calle de Gómez Farías, donde hay hoy una residencia de Dominicas, por la Primaria de Varones (hoy la Secundaria 10), la Iglesia de San Juan Evangelista u otros lugares memorables (bueno, memorables para quien haya leído con devoción la poesía de Paz). Yo viví un poco más arriba de Río Mixcoac durante muchos años, en las Torres de Mixcoac, cuando era niño, primero, y al estudiar en la Universidad, después. Nunca vi a Octavio Paz por ahí (la redacción de Vuelta se había mudado ya a Coyoacán) pero a veces veía a un señor de barba blanca y gorrita que llegaba en un coche (¿blanco?) a la unidad habitacional. Era Hugo Gola, que vivía en el edificio de al lado, en el A-8. Nunca lo supe, hasta que hace unos años me suscribí a El poeta y su trabajo, la revista que dirigía, y ví la dirección del sobre.

Ahora se ha ido de vuelta al Uruguay. Turbado por el descubrimiento de que en Mixcoac estuvo el célebre manicomio de la Castañeda, escribió un largo poema, en el que dice:

[...] revolotea
una sombra
                   incierta
por la plaza blanca
y por las altas torres
construidas junto a
los mismos árboles
                   persiste
el aire vacilante [...]
los hombres
                   no soportan
                   tanta irrealidad
tantos ojos extraviados
              sobre los vidrios
                                  frágiles...

También Eduardo Chirinos estuvo viviendo en Mixcoac un año y de esos humos lejanos dice:

Lo leí en el azulejo de una casa: «Donde
veneran la serpiente de nube». Luego
hay un dibujo: tres serpientes disparando
veneno de sus lenguas, enroscadas con lujuria
sobre un fondo estelar. El azulejo indicaba
el nombre de la calle y un número rojo
terminado en siete. Al fondo escuchamos
el ladrido de un perro, el siseo continuo
de los automóviles que se dirigen al sur.
Nosotros íbamos al cine. Estábamos tarde
y apenas nos detuvimos a registrar el dato.
Cruzando la calle hay un brocal de piedra.
Seis víboras arrojan agua de sus bocas,
nada que recuerde su origen mitológico.
Ni siquiera las nubes, que oscurecen de
cuando en cuando la ciudad. Ni siquiera
las plumas, el torpe y degradado vestigio
de sus alas. Atadas a la tierra nos contemplan
con odio. Sus ojos desgarran oscuridad y
silencio. De noche no nos dejan dormir.


Aire vacilante y serpientes que quieren volver a volar: Mixcoac siempre parece estar en otra parte, pero me lo encuentro de vez en cuando en la literatura, que también está en otra parte.